Hoy odié a una gorda
Escucho Pandora de Mike Foyle.
En la mañana iba sentada en los "asientos reservados", estaba con sueño porque a penas había dormido por quedarme estudiando, y el carro estaba lleno. Una señora gorda y detestable subió; y como alguien le ganó al sentarse en un asiento delante de mí, se paró a mi lado por un rato hasta que me dijo: "Señorita, ¿puedes darme asiento?". Hasta ahí yo no iba a renegar, iba a dejar que se sentara sin problemas, pero continuó: "Estás en el asiento reservado". La odié. Y odié a los putos asientos reservados para viejos, inválidos, señoras con hijos en brazos o en sus panzas. No m gusta que me digan eso del asiento reservado, porque es como si me estuviese prohibiendo a sentarme ahí. ¿Acaso no había en el carro otros asientos más? Delante de mí había gente que podía darle asiento. La odié, la odié, la odié.
Deseé haber sacado mis hojas para leer y decirle a la vieja de mierda: "No puedo, estoy leyendo, tengo un examen en media hora". Y la señora me diría: "¿Pero recién te pones a estudiar? Yo necesito sentarme, estás en el asiento reservado". Yo respondería: "He leído un libro de 300 páginas, solo me faltan estas hojas, ¿no puedes pedir asiento a otra persona? No soy la única; puedes imaginar que todos los asientos están reservados para gordas de mierda". La señora me respondería indignada: "¿Pero qué te pasa, niña malcriada? ¿Eso te enseñan en tu casa?". Yo estaría para ese momento como una energúmena y diría: "Estoy estudiando, me parece más importante tener buenas notas que una gorda apestosa se canse de estar parada". Ahí sería cuando la señora que estaba a mi lado dijera: "Oye, compórtate". Y que toda la gente en el carro murmurara indignada y sorprendida por mi actitud. Y que el cobrado dijese: "Dale asiento a la señora, no seas malcriada". Y yo continuaría: "Yo a la señora no le doy ni la hora, huevón, no me jodas que he pagado por un puto asiento y esta vieja aún no paga". La señora se escandalizaría. Entonces ahí sería cuando alguien se ponga de pie y le de asiento a la señora. Debía ser un hombre que dijera: "Siéntese, señora, ahora algunos jóvenes son lo peor". Y la gorda le respondería: "Sí, pobre chica, no tiene futuro así, ¡cómo la habrán criado en su casa!". Yo me metería y le gritaría: "¡Mejor que a ti porque a mí no me criaron como una cerda apestosa en una chanchería ni me hicieron comer basura como a ti!". Todos se alarmarían y hasta el chofer intervendría: "¡O te callas o te sacamos del carro". Yo estaría roja de furia: "¡Son unos ineptos, seres inferiores!; tú no tienes más capacidad que para manejar una custer del año de la carreta, y la gorda no tiene más habilidad que para tragar como cerda marrana". La gorda diría: "Pobre niña con problemas". Alguien también diría: "Ya no le haga caso, está loca la chica". Yo sonreiría: "Me enferman las gordas que quieren sentarse en los asientos reservados". Me pondría de pie, pediría permiso amablemente a la señora de al lado, saldría, me acercaría a la puerta y diría: "Baja paradero". Antes de bajar le gritaría a la gorda: "¡Cuando mueras, haremos chicharrones de ti!". Bajaría del carro y me reiría. Me reiría hasta más no poder. Me daría un ataque de risa, de nervios, de odio, de todo, y vendrían hombres vestidos de blanco, me llevarían a la clínica de la universidad y se daría cuenta de que no tengo seguro, así que me dejarían botada en el pasto al lado de un venado antrosexual que se enamoraría de mí. Y, por estar perdiendo el tiempo con el venado, perdería el examen final de historia y jalaría el curso (igual jalaría si diera el examen). FIN
Pero en realidad, cuando la vieja me dijo que le diera asiento, yo hice un gesto y me puse de pie. Le di el asiento y la odié por 15 minutos, e imaginé todo lo anterior.
Mi imaginación vuela.