Oda a Macla
Putamadre, me pones nerviosa. Todo el mundo me pone nerviosa, pero tú más. Esperarte o ir hacia ti me crean una ansiedad terrible. El solo hecho de saberte cerca a mí hace que sienta cosas en el estómago, cosas de felicidad y de ansiedad.
Después te veo, te saludo con un tímido ‘hola’ y te sonrío. Mierda, y no soporto más. Estallo en nerviosismo. Y lo peor es que tú me hablas con esa puta voz tan dulce y amable, y me haces gestos graciosos. En ese momento, quisiera explotar, tocarte solamente. Abrazarte quizás.
Mi pierna siempre se mueve al compás de mi nerviosismo, mi respiración se vuelve difícil y mi corazón late alborotado en mi pecho. Te veo, pero tú no. Te observo, pero tú no. Me gustas. Dale, no me ha gustado así alguien desde el 2006.
Mierda. Si no fueses tan amable, creo que no me gustarías tanto. Pero eres tan buena conmigo, no sé por qué. Y tratas mal a los demás, hasta con indiferencia (como yo lo hago también), pero conmigo es distinto. Me hablas siempre tan amable, de una puta forma que es imposible odiar… y dejar de amar por supuesto.
Si tan solo yo dejase de ser tan insegura, te hablaría más, te haría reír, te daría confianza para que me hables más. Podríamos ir juntas al paradero siempre, podría decirte que me gustas, pero que no soy una acosadora. Me gusta amar a imposibles, me gusta idealizar y por eso amo a personas con las que nunca estaré. Por eso me gustas y por eso estoy loca por ti (sé que suena mierda). Si tan solo pudiera dejar de ser tan tonta.
Puta. Y el color de la casaca que llevaba puesta hoy me hacía más insegura. Era lila y no combinaba con mis zapatillas. Ni con mis medias. Bueno, con ellas sí, pero también mis medias eran bien mierdas. Tenían flores de color rosado. Y cuando me sentaba, mis pantalones se alzaban lo suficiente como para ver la puta flor rosada. Entonces no podía moverme naturalmente, no podía estar más cerca a ti. Quería abrazarte.
‘¿L, tú crees que está loca?’
Sonreí y me encogí de hombros. Tú, ¿loca? No eres una loca, eres rara, eres del tipo que me gusta. Cada vez que sueltas esos sonidos sin significado alguno, sonrió y deseo decirte algo. Cuando cantas, cuanto sueltas tus groserías, cuando maullas, cuando me dices “¿Estás de acuerdo?”, estallo en nerviosismo y satisfacción.
Mierda, mi cerebro está desbalanceándose de nuevo.
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